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sábado, 2 de febrero de 2013

La generación de la incertidumbre


Al acercarme cada más a  mis 30 voy experimentando una ola de emociones que  alteran mi percepción de la felicidad  y desestabilizan mi noción sobre el proyecto de vida personal que ingenuamente pretendo cumplir en ocasiones. Una vez que me dejo consumir por dichos sentimientos comienzan a dar forma y vida a el peor de mis temores.


Hoy más que nunca la ansiedad me gana el partido contra el sosiego. Trato de ordenar mis ideas para no abrumar a mi cerebro  con todas esos pensamientos revoltosos muchas veces no aptos para corazones débiles como el mío. Por momentos me detengo para recordar la forma correcta de respirar me tomo el tiempo en mis manos y trato de detenerlo en ellas sin mucho éxito ya que sale precipitado entre las fisuras que se forman en medio de mis dedos.


Entrar en razón de que le tiempo vuela no es benéfico para la salud emocinal del alma, para estos días mi estado anímico es tan inestable como el dinero en mi bolsillo; Mis lagrimas son tan incontrolables e impredecibles que pierdo el juicio sobre ellas.

Pasan varios días con la sensación de un nudo en el pecho es constante y severo, pero que no oprime  lo suficientemente duro como para llorar del desconsuelo pero tampoco me libera para dar paso a la sensatez.

Constantes y rigurosas revisiones sobre el recorrido de mi vida sucumben mi cabeza, a veces por tercera opinión llego a creer que soy muy duro en la forma en juzgar mis acciones. Soy  opositor en creer que  para equilibrar la salud emocional hay que atribuir las malas decisiones al proceso de aprendizaje y crecimiento personal,  creo ese pensamiento es una idea excesiva de las personas hasta el punto que ha perdido su fuerza, que en algún momento se aplico con resultados positivos.

Ese discurso socialmente aceptado sin cuestionamientos que  asegura que el pensamiento positivo por sí solo es capaz de influenciar la vida real, tiene una de sus mayores debilidades dentro del mismo alegato y es precisamente que deja de la lado lo complejo de la vida real.



La inestabilidad en todos sus caras es un acontecimiento  que tuvo presencia en todo mi generación por lo tanto tendrá una influencia por el resto de nuestras vidas (maldito privilegiado aquel que no la sufrió), Por lo tanto me atrevo a deliberar  que somos y pertenecemos a una generación de incertidumbre y hoy más que nunca nada es más claro y seguro que el inconsecuente futuro  que nos espera por vivir.

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