Al acercarme cada más a mis 30 voy experimentando una ola de
emociones que alteran mi percepción de
la felicidad y desestabilizan mi noción
sobre el proyecto de vida personal que ingenuamente pretendo cumplir en
ocasiones. Una vez que me dejo consumir por dichos sentimientos comienzan a dar
forma y vida a el peor de mis temores.
Hoy más que nunca la ansiedad
me gana el partido contra el sosiego. Trato de ordenar mis ideas para no
abrumar a mi cerebro con todas esos
pensamientos revoltosos muchas veces no aptos para corazones débiles como el
mío. Por momentos me detengo para recordar la forma correcta de respirar me
tomo el tiempo en mis manos y trato de detenerlo en ellas sin mucho éxito ya
que sale precipitado entre las fisuras que se forman en medio de mis dedos.
Entrar en razón de que le
tiempo vuela no es benéfico para la salud emocinal del alma, para estos días mi
estado anímico es tan inestable como el dinero en mi bolsillo; Mis lagrimas son
tan incontrolables e impredecibles que pierdo el juicio sobre ellas.
Pasan varios días con la
sensación de un nudo en el pecho es constante y severo, pero que no oprime lo suficientemente duro como para llorar del
desconsuelo pero tampoco me libera para dar paso a la sensatez.
Constantes y rigurosas
revisiones sobre el recorrido de mi vida sucumben mi cabeza, a veces por
tercera opinión llego a creer que soy muy duro en la forma en juzgar mis
acciones. Soy opositor en creer que para equilibrar la salud emocional hay que
atribuir las malas decisiones al proceso de aprendizaje y crecimiento
personal, creo ese pensamiento es una
idea excesiva de las personas hasta el punto que ha perdido su fuerza, que en
algún momento se aplico con resultados positivos.
Ese discurso socialmente
aceptado sin cuestionamientos que asegura
que el pensamiento positivo por sí solo es capaz de influenciar la vida real,
tiene una de sus mayores debilidades dentro del mismo alegato y es precisamente
que deja de la lado lo complejo de la vida real.
La inestabilidad en todos sus
caras es un acontecimiento que tuvo
presencia en todo mi generación por lo tanto tendrá una influencia por el resto
de nuestras vidas (maldito privilegiado aquel que no la sufrió), Por lo tanto
me atrevo a deliberar que somos y pertenecemos
a una generación de incertidumbre y hoy más que nunca nada es más claro y
seguro que el inconsecuente futuro que
nos espera por vivir.
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